¡Por fin de vuelta! Y es
que quería pasarme por el blog antes de empezar la uni por que a partir de la
semana que viene, lo bueno se acaba. Y eso que ya he empezado el curro en la
tienda de discos como os dije, y la cosa va bastante bien –muchísima más gente
de la hubiera podido imaginarme jamas, utiliza estos artículos
tan pasados en la “moda de la tecnología”.
El caso es que mi hermana
mayor, Elena, acabó el año pasado la carrera de magisterio, y de forma
inexplicable en este país, enzarzado hasta las trancas en este agujero negro
llamado “crisis”, ha conseguido trabajo en un colegio privado en la misma
ciudad en la que pasaré mis próximos años. Ya somos cinco en el piso, y un
pequeño detalle para que os hagáis a la idea de la convivencia: tenemos un solo
baño.
Convivencias aparte, iré
al grano, y es que la pobre Elena empezó ayer mismo un el colegio y me pidió
que la acompañara, con eso de que era su primer día. ¿Su primer día? Fue
increíble. Soltó un discurso ante aquella clase de tercero de primaria que deseé
ser una de sus alumnas. Nunca había escuchado algo parecido. Intentaré
reproducir aquel primer día de tutoría libre de mi hermana, aunque no aseguro
desenamoramientos posteriores. Allá voy:
“Llamo a la puerta junto
a el letrero indicado, y al escuchar un murmullo general, supongo que es la
habitación indicada. Dirijo a Elena una última mirada de aliento y abro la
puerta, pues a ella no la veo muy capaz. Mi hermana camina al interior de la
clase con migo pisándole los talones.

Aquellos alumnos de como
mucho quince años realmente son aterradores pero cogo aire y me siento sobre
una mesa libre. Elena, con voz temblorosa pide silencio pero no hay alma en
aquella clase que deje el griterío. A mi hermana le faltan segundos para perder
el control por completo y ponerse a gritar –nadie mejor para saberlo que yo
misma, quien le ha hecho perderlo cientos de veces antes-. Entonces, bajo ese
sentimiento de empatía que me invade al verla así, golpeo mi mesa cada vez más
fuerte hasta el silencio total. Las miradas de todos los ocupantes de la clase
se posan sobre mí y, sin ser capaz de articular palabra, dirijo la cabeza hacía
Elena centrando toda la atención en ella. Mi hermana, con manos temblorosas y
rodillas aún más, carraspea hondo y se dirige a la clase:
-Buenos días. Soy Elena
Cruz y seré vuestra tutora y profesora de historia y geografía durante los dos
cursos siguientes. He echado un vistazo a vuestros expedientes y tengo que
decir que algunos me han sorprendido, ya sea por el alto o bajo nivel que tenéis.
Tengo que decir que no me
he quedado con vuestros nombres, así que pasaré lista y ya me los iré
aprendiendo. Además quisiera haceros unas preguntas y así, de paso, nos
conocemos mejor. Empiezo por aquí ¿ok? –Elena señala a una chica en el primer
pupitre y le pregunta su nombre. A su vez, observo que el miedo está casi
erradicado de sus ojos.
-¿Cómo te llamas? –pregunta
mi hermana.
-Sofia –responde la niña,
tímida.
-Dime, ¿que te gustaría
ser? –Elena cada vez más segura.
-No lo se.
-No creo que no tengas
ningún hobby
-Me gusta cocinar. –la
clase rompe en risas.
-¡Hey! –mi hermana
interrumpe a los alumnos. –¿Por qué no estudias como cocinera? Mira Ferran
Adriá, o el mismo Carlos Arguiñano. Ellos ganan un pastón y ¿qué hacen
realmente? Cocinan para la televisión. Explican un poco el proceso y ya está, a
fin de mes tienen la cartera llena. ¿No querrías un trabajo como ellos?
-Si…Pero…
-Nada de “peros”. Tienes
que prometerme que harás todo lo posible para acabar en la tele como ellos.
Mínimo. ¿Ok?
-Claro. –creo que consigo
distinguir un esbozo de sonrisa en la boca de aquella chica tímida y aburrida.
-Siguiente. Si, tú el de
al lado. ¿Quién eres?
-Jon. –el chico se sienta
tan abajo que podría decirse que está literalmente tumbado en la silla. Si no
fuera porque en mi época rebelde yo misma me sentaba así, me parecería
imposible que no se escurriera hasta acabar de culo en el suelo. Supongo que es
obra de los fenómenos paranormales que nos ocurren de jóvenes, como el de ser
capaz de llevar zapatillas que por su tamaño podrían utilizarse de sombrero.
-Bien. Dime, Jon, ¿a qué
vas tu? ¿Otro cocinero?¿O quizás futbolista?
-Nada.
-¿Cómo que nada? Eso no
puede ser. Ten en cuenta que vivirás más que tus padres y cuando ellos no estén…
Pues ¿Cómo piensas vivir? Créeme, al país no le quedan más ayudas sociales. No me
enrollo, ¿Cuáles son tus aficiones?
-Toco el bajo.
-¡Eso es genial! ¿Dónde? ¿Una
banda o una escuela de música?
-Me enseñó mi abuelo.
Sólo toco en casa –Dice Jon avergonzado.
-¿Y no te has propuesto
crear un grupo? No puedo creérmelo, chico, ¡no pienses que las paredes de tu
habitación vallan a saber apreciar tu talento! ¡Busca un batería, una gitarra,
un cantante y sal ahí a darlo todo! La gente quiere marcha, ¿Qué te parece? ¿Alguna
vez te veré recogiendo un gran MTV Award? Eso espero, Jon. No me decepciones. –Elena
y Jon entrechocan las manos como grandes colegas de siempre, y por primera vez,
puedo ver el brillo entusiasmado en los ojos del chico.
-Bueno, bueno, vamos con
la siguiente… A ver qué tenemos por aquí… Oh si, si, por aquí detrás… Si , tú –dice
Elena señalando a una chica despampanantemente rubia.- Dinos cómo te llamas.
-Soy María. –dice esta.
-Un nombre original… Bien
y qué te gustaría a ti, ¿no serías cantante para el grupo de nuestro guapísimo
Jon? –pregunta Elena con ironía.
-No –bufa María
dirigiendo una mirada de desprecio al aludido
-Y entonces… ¿qué haces
tu?
-Quiero ser peluquera. Y
no me digas que voy a ser una superestrella porque pienso trabajar en la
peluquería de mi madre como una chica normal, nada de todos esos pajaritos que
tú nos estás metiendo en la cabeza. Yo no me trago eso. –María está cabreada y
parece que mi hermana tendrá algún que otro problema con su carácter como la
chiquilla siga así de respondona.
-¿Qué me dices del
Llongueras? ¿O el peluquero de Lady Gagga? Vamos, nena, ¡peina a Harry Styles!
¡Descubre el secreto de la cresta de Bill Kaulitz! ¡Haz algo interesante con tu
vida! ¿Que quieres lavar cabezas con piojos y ser mileurista el resto de tu
vida? ¿Trabajar con tu madre? Que mal rollo… Si es lo que quieres, adelante,
pero yo intentaría algo más. –Termina Elena triunfal cuando, al fin, María
indignada y avergonzada baja la mirada y comienza a juguetear con su bisutería,
nerviosa.”
Y así sucesivamente,
durante veintidós alumnos enfurecidos o vagos, y por último entusiasmados y
planificando su futuro, tal y como mi hermana se lo había previsto. Nuca había
visto nada parecido; poder de convicción extremo, y motivación a tope. Supongo
que esa es la clave para el éxito.
Pero la historia no acaba
aquí, sino cuando al finalizar todas las convicciones de todos los alumnos de
la clase –excepto María- , justo antes de los avisos finales para el curso y la
despedida, Jon alza una mano y pregunta:
“-Elena, una última
pregunta, con tantos consejos y tanta planificación para tanto futuro, ¿cómo es
que eres profesora?
La gota que colmó el vaso.
-Porque estoy segura de
que Michael Jackson y Bill Gates también tuvieron alguien que los motivase, de
otra forma, nunca hubieran llegado tan alto. De todas formas, yo misma, un día
quise enseñar a motivar y ser la mejor psicóloga del mundo, y aquí estoy.
¡Zas! En toda la boca. –Mi
hermana recoge su abrigo y su bolso y la sigo hasta la puerta. Ya en el umbral,
se vuelve una última vez hacia la clase y se despide con un simple “hasta
mañana” y abandona la clase, en la que reina un silencio sepulcral que dudo que
una vez nos hallamos ido dure mucho, pero no estoy dispuesta a comprobarlo.
-Oye, eso de ser la mejor
psicóloga… -le digo una vez estamos fuera del edificio- ¡Y yo que pensaba que habías dejado lo de mentir!
-Perdona, pero tú no
tendrías tu “Blog” de no ser gracias a las mentiras de tu hermana. –me dice con
aire mayoritario, pero yo sé que bromea.
-Es verdad, adoro tus
mentiras. – respondo teatral mientras la abrazo y me recuerdo que la dedicación
y la motivación son las claves para el éxito.”