Vacaciones de navidad.
Comilonas, regalos y adornos navideños aparte, también están esas molestas
tiritas que hay que arrancar, cuanto antes y más rápido mejor, pero con calma,
sin que se note.

¡Anda y que le
den! Las navidades son para pasarlas con tu verdadera familia, es decir, los
amigos, que son la familia que tú realmente eliges, y no la que toca porque
tengan la misma sangre. ¿A quién le importa la sangre cuando están por medio
los asuntos del corazón? Es absurdo, lo sé, y también incómodo, porque es difícil
hablar durante toda una comida y o cena que suele durar los entrantes un par de
platos y un larguísimo postre con su café y su copa, que depende el pariente y
su capacidad de entablar una conversación de la nada, pues nos conocemos de las
navidades anteriores. Con algunos, es insoportable. Y me refiero a todas esas
preguntas absurdas sobre los estudios y el trabajo, y poco más, cada uno
fingiendo a su manera que se lo está pasando bien, mientras que espera, ansiosa
o desesperadamente volver a casa y que las siguientes navidades no lleguen.

En resumen, os
deseo que no se os haga demasiado pesado, y que habléis mucho sobre la crisis,
que está apunto de ser sustituida por el tiempo, tema estrella para los
momentos incómodos. ¡A comer mucho, que por el momento no hay recortes en el turrón!
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