Esta vez, ahora que mucha
gente está con exámenes, quiero escribir sobre los profesores. Tengo como una
necesidad urgente de hablar del tema, pues ando un tanto picada últimamente con
algunos. Y creo que no soy la única.
Sí, os explico. Resulta
que hace no mucho llegó una profesora, cual había sido sustituida el resto del
curso por maternidad. Si la sustituta no era nuestra profe favorita, con esta
nueva el suicidio antes de una de sus clases se nos queda corto. Insisto, muy
corto. Ya podía haber sido la sustituta, la profesora “tan querida”; aguantarla
unos pocos meses, y se acabó el problema. Pero no. Y lo mismo con otro centenar
de profesores con los que nadie entiende ni siquiera porque maldita razón
entran en clase, pues no necesitamos a nadie que saque fotocopias y ocupe la
silla acolchada y giratoria. Gracias, pero no.
Aunque eso no quita que
también existan buenos profesores, porque creedme que los hay, o al menos yo he
tenido algo parecido a ello. Y he llegado a la conclusión de que hasta segundo
de la ESO, -son todo teoría “Brooke-made”-, los
profesores estudian magisterio, que son los que de verdad tienen vocación de
profesores. En cambio, de ahí para arriba, tercero, cuarto de secundaria, son
profesores que aspiraban a algo más pero se quedaron a mitad de camino, y
escogieron ser profesores antes de buscar su
verdadera vocación.
Y por esta misma razón, -padres
tenedlo muy en cuenta- probablemente tercero de secundaria sea uno de los
peores cursos. Sí, me di cuenta hace poco, cuando mi hermano pequeño se quejó
durante la comida de que este curso era mucho más duro. En mi caso también fue
así. Solamente por poneros un ejemplo, os diré que un curso antes, quiero
destacar especialmente a un profesor de sociales que era capaz de entretener a
un muerto y una profesora de lengua que simplemente con abrir la boca era capaz
de motivarte para dejar lo que fuera que estuvieras haciendo y ponerte a
escribir la biblia, me valía con echarle una hojeada a los libros el día antes
para sacar un nueve en el examen, y no porque fueran fáciles precisamente. En
cambio, al llegar a tercero me llevé el gran tropezón. Era todo estudiar, e
incluso los libros tenían páginas rotas de tanto estudiar. Todo por culpa de
que por mucho que sepan, no tienen por qué ser profesores. Sí, hay que aprender
a enseñar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario