jueves, 12 de abril de 2012

El secreto de la felicidad


      No hace mucho, una de estas tardes aburridas en las que el vecino no conecta el wifi y todos mis amigos estaban de puente en algún lugar costero o paradisiaco, me tumbé en el sofá, y puse la tele. Descubrí, tras haberme tirado media hora con el maldito teletexto, que retransmitían una película sobre una solterona, “ama de casa” y trabajadora desesperada por encontrar un marido estable y tener hijos, titulada El diario de Bridget Jones. 


       Como el vecino seguía sin posibilitarme el internet, -supongo que también estaría de puente- decidí verla en un intento victorioso de no morirme de aburrimiento.
       
      El caso es que cuando terminó, yo seguía llorando en mi sofá, por el final feliz, y poniéndome las botas a todo tipo de guarrerías que encontré en la cocina. Fue entonces cuando me sentí más identificada que nunca con ningún personaje de película. Comprendí que los disfraces no funcionaban –menuda idea tan estúpida la mía, la de ponerme la camiseta de Superman e intentar sentirme Superwoman-, sino que era la actitud que puedes adoptar o la forma de pensar los que establecen tales semejanzas entre la gente.
       
      Bridget, tiene treintaimuchos años, otros muchos kilos de sobra y es soltera y sin hijos. En su trabajo, la mayor meta es ligar con el jefe –y ganar pasta, faltaría más-, y siempre lleva una botella de ginebra en una mano y el cigarro en la otra. Sus amigos, Jude, Tom, y Shazzer, no son muy distintos a ella. Me explico, Jude, es novia de Richard el Malvado –tal cual su nombre indica- y amante de los Bloddy Marys. Tom, que es según Bridget Maricón perdido, tampoco tiene muchas luces. Y estos por no mencionar a Pam, la madre de Bridget, cuya misión más importante en esta vida es avergonzar a su hija –como la de cualquier otra madre- y la cumple con satisfacción y a la perfección. Por otra parte, también abandona a su marido –padre de Bridget- para fugarse a Portugal con su nuevo amante, -delincuente- Julio.
       
      Si me pusiera a comparar la vida de Bridget con la mía, una de las pocas diferencias, sería la edad –a ella no le ponen pegas para comprar alcohol- y la otra, posiblemente, que su istoria se sitúa en Londres. Ese ya es un progreso, bien por ella.
       
       Pero ahora viene la parte mala, osea, los parecidos. No es que yo esté demasiado agusto con mi cuerpo; mi curvita de la felicidad crece sin remedio, pero que le vamos ha hacer. Yo tampoco tengo novio, y lo busco desesperadamente. Mejor dicho, lo buscaba. Hace solo unos meses estuve saliendo con un chico –muy atractivo, sexy y descarado- pero salí bien escarmentada; el tío era un completo imbecil del que no quiero saber más. Desde entonces, prefiero esperar a que el hombre perfecto aparezca sin tener que buscarlo yo –esto mismo pensaría Bridget a mi edad, y a los dieciocho, y a los diecinueve…-.
      
      Dejando aparte el tema de los chicos, mis estudios no van lo que se diría de cine, pero al menos sobrevivo al insti. Lo de los vicios…, bueno, no es que lo lleve mal; solo bebo de fiesta –¡Pro que ices jolegaaa! ¡Je yo controoloooo!- y fumar, no fumo. Puede que tenga otros vicios, como ser una compradora compulsiva, o pasarme horas ante la pantalla del ordenador, pero al menos ahora estoy haciendo algo útil.
       
      En la sección de amigos, no voy demasiado sobradita, pero la verdad es que tampoco puedo quejarme; mi mejor amiga se pasa la vida castigada por no aprobar una, pero al menos tengo la suerte de tener una mejor amiga, y  tiene la suerte de no tener un novio maltratador como Jude. La parte de las borracheras prefiero saltármela hablando de ella. Sin embargo, mi mejor amigo saca unas notas de infarto; no es que sea empollón, ni nada de eso, simplemente tiene cabeza. Y si, al igual que Tom es homosexual. El pobre está hecho un lío con sus novios y me pide consejo casi todos los días. Sin embargo, es una suerte tremenda tenerlo como mejor amigo, pues la moda es su punto débil y con él, se seguro que jamás iré desconjuntada a clase.
       
       Espera, un pequeño retroceso, ¿he dicho la parte mala?¿qué demonios tiene de malo todo esto? Puede que no parezca para echar cohetes, pero si lo es. Para ser sincera, no me preocupa mucho mi michelín y tampoco creo que esa sea la razón por la que no tengo novio. Y si la es, pues no lo quiero; no quiero que alguien se enamore de mi vientre plano y mis piernas/palos de escoba. ¡Buuuum! Me he quitado dos problemas de un tiro, el peso y los tíos. En lo que a los amigos se refiere, los quiero con locura, y enemigos, contra menos mejor. ¿Qué más puedo pedir? No creo en los problemas sin solución, ni en los sueños sin conclusión, porque cuando despiertas de un sueño bonito, tienes dos posibilidades:

a)      Dar media vuelta y volver a soñar
o
b)      Levantarte y hacer tu sueños realidad

Es tu turno, sueña tu vida o vive tu sueño, elige, es fácil, nada es imposible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario