domingo, 22 de abril de 2012

Pasiones que matan

       Salto a la Fama; Center Stage. Esta es una película que vi por primera vez hace unos seis o siete años, y por última solo hace unas horas. Pero esta no fue el primer musical que me condenó a bailar durante horas con sus canciones e incluso a apuntarme a clases de baile. Recuerdo ser una enana, de cinco años como mucho y estar sentada en el sofá junto a una amiga de mi madre, a la que también le fascinan las películas de baile, viendo Flashdance. No me hago una idea de cómo demonios me dejaron verla de tan pequeña, pero el caso es que, después de aquello, siempre he querido bailar como Alex

       Suele contarme mi padre que de pequeña le robaba la cinta de Flashdance y bailaba por toda la casa. La obsesión fue a tanto que cambié de colegio para ir a uno en el daban clases de baile. Ballet, lírico, street... los manejaba todos. Mientras tanto, seguía tragándome Grease, Dirty Dancing, Flashdance, Fiebre del Sábado Noche, Havanna Nights, Step Up y demás, una y otra vez.

       Un año traté de ir a un examen para participar en un concurso, pero resultó que ni siquiera pude ir porque me sobraban un par de kilos. ¡Al infierno con el peso! No fui. Sin embargo, todos los años vamos a concursos y exhibiciones de baile, algunos bastante lejos, en los que disfruto y aprovecho cada segundo en el escenario al máximo.
       Para ser sincera conmigo misma, el baile debería ser para disfrutar, no para sufrir como millones de personas -sobre todo chicas- que se matan por conseguir un hueco, aunque fuere minúsculo, en el mundo del baile y acaban destrozadas, como bien se ve en El Cisne Negro, o La Vida Sin Secreto de Paula Izquierdo.

       Y por último, mucho ánimo a todos aquellos que a pesar del esfuerzo que significa conseguir hacerse notar  como bailarines o bailarinas, lo intentan, pagando cada día con lluvias torrenciales de sudor y armados de esfuerzo hasta lo imposible.

jueves, 12 de abril de 2012

El secreto de la felicidad


      No hace mucho, una de estas tardes aburridas en las que el vecino no conecta el wifi y todos mis amigos estaban de puente en algún lugar costero o paradisiaco, me tumbé en el sofá, y puse la tele. Descubrí, tras haberme tirado media hora con el maldito teletexto, que retransmitían una película sobre una solterona, “ama de casa” y trabajadora desesperada por encontrar un marido estable y tener hijos, titulada El diario de Bridget Jones. 


       Como el vecino seguía sin posibilitarme el internet, -supongo que también estaría de puente- decidí verla en un intento victorioso de no morirme de aburrimiento.
       
      El caso es que cuando terminó, yo seguía llorando en mi sofá, por el final feliz, y poniéndome las botas a todo tipo de guarrerías que encontré en la cocina. Fue entonces cuando me sentí más identificada que nunca con ningún personaje de película. Comprendí que los disfraces no funcionaban –menuda idea tan estúpida la mía, la de ponerme la camiseta de Superman e intentar sentirme Superwoman-, sino que era la actitud que puedes adoptar o la forma de pensar los que establecen tales semejanzas entre la gente.
       
      Bridget, tiene treintaimuchos años, otros muchos kilos de sobra y es soltera y sin hijos. En su trabajo, la mayor meta es ligar con el jefe –y ganar pasta, faltaría más-, y siempre lleva una botella de ginebra en una mano y el cigarro en la otra. Sus amigos, Jude, Tom, y Shazzer, no son muy distintos a ella. Me explico, Jude, es novia de Richard el Malvado –tal cual su nombre indica- y amante de los Bloddy Marys. Tom, que es según Bridget Maricón perdido, tampoco tiene muchas luces. Y estos por no mencionar a Pam, la madre de Bridget, cuya misión más importante en esta vida es avergonzar a su hija –como la de cualquier otra madre- y la cumple con satisfacción y a la perfección. Por otra parte, también abandona a su marido –padre de Bridget- para fugarse a Portugal con su nuevo amante, -delincuente- Julio.
       
      Si me pusiera a comparar la vida de Bridget con la mía, una de las pocas diferencias, sería la edad –a ella no le ponen pegas para comprar alcohol- y la otra, posiblemente, que su istoria se sitúa en Londres. Ese ya es un progreso, bien por ella.
       
       Pero ahora viene la parte mala, osea, los parecidos. No es que yo esté demasiado agusto con mi cuerpo; mi curvita de la felicidad crece sin remedio, pero que le vamos ha hacer. Yo tampoco tengo novio, y lo busco desesperadamente. Mejor dicho, lo buscaba. Hace solo unos meses estuve saliendo con un chico –muy atractivo, sexy y descarado- pero salí bien escarmentada; el tío era un completo imbecil del que no quiero saber más. Desde entonces, prefiero esperar a que el hombre perfecto aparezca sin tener que buscarlo yo –esto mismo pensaría Bridget a mi edad, y a los dieciocho, y a los diecinueve…-.
      
      Dejando aparte el tema de los chicos, mis estudios no van lo que se diría de cine, pero al menos sobrevivo al insti. Lo de los vicios…, bueno, no es que lo lleve mal; solo bebo de fiesta –¡Pro que ices jolegaaa! ¡Je yo controoloooo!- y fumar, no fumo. Puede que tenga otros vicios, como ser una compradora compulsiva, o pasarme horas ante la pantalla del ordenador, pero al menos ahora estoy haciendo algo útil.
       
      En la sección de amigos, no voy demasiado sobradita, pero la verdad es que tampoco puedo quejarme; mi mejor amiga se pasa la vida castigada por no aprobar una, pero al menos tengo la suerte de tener una mejor amiga, y  tiene la suerte de no tener un novio maltratador como Jude. La parte de las borracheras prefiero saltármela hablando de ella. Sin embargo, mi mejor amigo saca unas notas de infarto; no es que sea empollón, ni nada de eso, simplemente tiene cabeza. Y si, al igual que Tom es homosexual. El pobre está hecho un lío con sus novios y me pide consejo casi todos los días. Sin embargo, es una suerte tremenda tenerlo como mejor amigo, pues la moda es su punto débil y con él, se seguro que jamás iré desconjuntada a clase.
       
       Espera, un pequeño retroceso, ¿he dicho la parte mala?¿qué demonios tiene de malo todo esto? Puede que no parezca para echar cohetes, pero si lo es. Para ser sincera, no me preocupa mucho mi michelín y tampoco creo que esa sea la razón por la que no tengo novio. Y si la es, pues no lo quiero; no quiero que alguien se enamore de mi vientre plano y mis piernas/palos de escoba. ¡Buuuum! Me he quitado dos problemas de un tiro, el peso y los tíos. En lo que a los amigos se refiere, los quiero con locura, y enemigos, contra menos mejor. ¿Qué más puedo pedir? No creo en los problemas sin solución, ni en los sueños sin conclusión, porque cuando despiertas de un sueño bonito, tienes dos posibilidades:

a)      Dar media vuelta y volver a soñar
o
b)      Levantarte y hacer tu sueños realidad

Es tu turno, sueña tu vida o vive tu sueño, elige, es fácil, nada es imposible.

jueves, 5 de abril de 2012

Cazadores de sombras


       Llevo unos cuantos años persiguiendo la expectacular saga de libros Cazadores de Sombras de Cassandra Clare. Ni siquiera recuerdo qué me impulsó a leerla, pues no me inclino demasiado hacia tanta fantasía –me suelen resultar un poco pesados y difíciles de entender dada mi escasa imaginación-. Sólo recuerdo que mi tía me dijo que me regalaría un libro por el cumpleaños y yo, por alguna razón perdida, escogí Ciudad de hueso, el primer libro de esta saga al que le seguirían, con gran entusiasmo e ilusión, Ciudad de Ceniza, Ciudad de Cristal, Ciudad de los Ángeles Caídos, y El Ángel Mecánico; de los origenes. Todavía me sorprende como un libro ficticio de principio a fin, pudo haberme maravillado así.
       
       En estos momentos, voy por el segundo de los orígenes, El príncipe Mecánico, el cual es perfecto. Por muchas vueltas que le de a la cabeza, soy totalmente incapaz de imaginar como, su autora también conocida como The Beauty Cassandra (La Bella Cassandra) o Cassie Clare, haya creado semejante mundo y, afortunadamente, haya tenido la suerte de poder llegar hasta los lectores.
       
       En Cazadores de Sombras, Clary, una adolescente aparentemente normal se adentra en el submundo de Nueva York, en el que conoce a unos chicos y chicas de su edad que harán que su vida cambie de rumbo mostrándole su verdadera identidad. En el transcurso de la saga, Clary descubrirá una nueva cara de la tierra, invisible para los humanos corrientes, repleta de seres mágicos y cazadores de sombras. Además, descubrirá la traición, la verdadera amistad, en su amigo Simon, la esperanza por encontrar a su madre, o el amor en Jace, un descarado chico sin temor a la vida o a la muerte y que la ama con locura, al igual que Clary a el, a pesar de ser un completo idiota.
      
       Por último, quisiera agradecer a Cassie Clare el haber conseguido cambiar mi cerrada mentalidad y haberme abierto puertas hacia otro tipo de literatura, que si no hubiese sido por Cazadores de Sombras, no hubiese llegado a conocer. Y ya que estoy, voy a aprovechar para recomendar esta saga a cualquier persona de cualquier edad, ya que estoy segura de que el increible submundo de Nueva York junto con los vampiros, magos, y demás seres mágicos, y los atractivos, descarados y fieles cazadores de sombras; sin dejarme el toque de sarcasmo e ironía que matizan el argumento, serán inesperadamente magníficos para cualquier lector.
       
       Sin más que decir:
       Gracias, Cassie.